viernes, 13 de febrero de 2015

Reflexiones de Silvia Sánchez Matey de los vídeos "Aula inclusiva: lápices al centro" y "El viaje de María"

“Aula inclusiva: lápices al centro”

En este vídeo, se observan dos equipos de alumnos de 2º de Primaria que tienen que resolver cooperativamente un ejercicio que les plantea la profesora. La técnica que se va a emplear para trabajar cooperativamente se llama "Lápices al centro" y consiste en que cada miembro pone su lápiz en el centro de la mesa y dialogan entre todos, es decir, resuelven cooperativamente entre todos el ejercicio planteado, de manera que no pueden escribir la solución si todos los miembros del grupo no lo han comprendido. Pese a ser el mismo ejercicio, los dos equipos se planifican y organizan de maneras muy diferentes, sin que ello tenga repercusiones a la hora de elaborar cooperativamente la respuesta.

Mientras que en el primer grupo, uno de ellos se encarga de distribuir los roles para llegar a la resolución de manera conjunta, es decir, dan sentido al ejercicio que tienen que resolver de manera que todos los miembros del grupo  sean capaces de resolver el ejercicio y que los demás miembros del grupo lo entiendan, en el segundo grupo los roles no están tan diferenciados puesto que entre todos, y sin un orden de intervención, resuelven el problema.

Independientemente de la manera que tengan de trabajar dentro de los grupos, es decir, cómo se distribuyan los roles, si cada uno hace una labor específica o si todos hacen de todo, lo cierto es que la igualdad de oportunidades prima en esta forma de trabajar en grupo. No se trata de que unos lleguen a comprender el ejercicio y sepan resolverlo, sino que tienen que ser capaces de incluir a sus compañeros de trabajo dentro de su proceso de aprendizaje, si todos sabemos cómo llegar a un punto del problema, podremos avanzar pero si alguien no lo sabe tenemos que explicárselo.

De la misma manera que los grupos son heterogéneos, las maneras de aprender y el tiempo de dedicación a un ejercicio van a ser distintos, tanto dentro de un grupo como entre los grupos. El hecho de aprender a solucionar el ejercicio antes no implica que se haya aprendido mejor.

En un aula ordinaria, donde prima la competitividad y el individuo por encima del grupo, generalmente se toma como referencia a aquellos alumnos que están en el término medio, es decir, aquellos que no son ni los más adelantados ni los más rezagados. Si se centra la atención en estos alumnos, los adelantados se van a aburrir y los rezagados no van a saber lo que se da en la clase. Por eso mismo, solo gracias a un aula inclusiva, donde prima el aprendizaje cooperativo (social) se logra que todos los alumnos consigan los mismos conocimientos y además, algo muy valioso desde mi punto de vista, educar en valores como la solidaridad, el compañerismo y la ayuda entre iguales.

“El viaje de María”


En este vídeo, se expone la historia de María que posee autismo y cómo sus padres han actuado y han concebido la vida después de ello.

Como docentes tenemos que pensar que a lo largo de nuestra vida laboral nos vamos a encontrar con incidentes críticos, es decir, aquellas situaciones con las que no contábamos inicialmente, pero que tenemos que tener en cuenta a la hora de trabajar en un aula.

Hace unos años nos parecería imposible que hubiera un ordenador en un aula, y actualmente se ha convertido en una herramienta esencial y necesaria, no solo para los docentes sino para los alumnos también, de modo que es beneficioso para ambos.

Lo mismo ocurre con los alumnos, es cierto que no es equiparable un objeto material que una persona, pero este ejemplo me vale para explicar que lo que inicialmente puede parecernos algo disruptivo o novedoso no tiene porqué ser malo o ir en contra de lo que sería deseable.

La educación especial es un claro ejemplo de ello, las personas con grandes diferencias en el desarrollo madurativo y evolutivo no podían aprender en una misma escuela, porque sus características les hacían diferentes: alumnos con “necesidades educativas especiales” y alumnos “normales”.

Si aplicamos esto a la vida real y nos imaginamos una calle con aceras, ¿las personas normales van por una acera y las que son denominadas con “necesidades educativas especiales” van por la otra acera, sin mirarse sin relacionarse? ¿O son estereotipos que nos hemos creado nosotros mismos?

La única explicación que se me ocurre para limitar la entrada a María, o a cualquier persona, cruzar la puerta de un aula ordinaria es que el docente o no sepa cómo atender a la diversidad de sus alumnos o considere que María, o cualquier persona, por el hecho de tener capacidades diferentes al resto no va a ser capaz de aprender como el resto de sus compañeros.

Los niños no sienten rechazo a lo ajeno, a lo extraño, a aquello que rompe con lo establecido, sino que somos los propios adultos quienes creamos esos pensamientos y se los transmitimos a los alumnos.


Si pretendemos una sociedad más cooperativa, los docentes somos los primeros que tenemos que fomentar la cooperación y solo se consigue si todos tenemos igualdad de derechos y de oportunidades, donde nadie sea más ni menos que nadie.



SSM

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