“Aula inclusiva: lápices al centro”
En este vídeo, se observan dos
equipos de alumnos de 2º de Primaria que tienen que resolver cooperativamente
un ejercicio que les plantea la profesora. La técnica que se va a emplear para trabajar cooperativamente se llama "Lápices al centro" y consiste en que cada miembro pone su lápiz en el centro de la mesa y dialogan entre todos, es decir, resuelven cooperativamente entre todos el ejercicio planteado, de manera que no pueden escribir la solución si todos los miembros del grupo no lo han comprendido. Pese a ser el mismo ejercicio, los
dos equipos se planifican y organizan de maneras muy diferentes, sin que ello
tenga repercusiones a la hora de elaborar cooperativamente la respuesta.
Mientras que en el primer grupo,
uno de ellos se encarga de distribuir los roles para llegar a la resolución de
manera conjunta, es decir, dan sentido al ejercicio que tienen que resolver de
manera que todos los miembros del grupo
sean capaces de resolver el ejercicio y que los demás miembros del grupo
lo entiendan, en el segundo grupo los roles no están tan diferenciados puesto
que entre todos, y sin un orden de intervención, resuelven el problema.
Independientemente de la manera
que tengan de trabajar dentro de los grupos, es decir, cómo se distribuyan los
roles, si cada uno hace una labor específica o si todos hacen de todo, lo
cierto es que la igualdad de oportunidades prima en esta forma de trabajar en
grupo. No se trata de que unos lleguen a comprender el ejercicio y sepan
resolverlo, sino que tienen que ser capaces de incluir a sus compañeros de
trabajo dentro de su proceso de aprendizaje, si todos sabemos cómo llegar a un
punto del problema, podremos avanzar pero si alguien no lo sabe tenemos que
explicárselo.
De la misma manera que los grupos
son heterogéneos, las maneras de aprender y el tiempo de dedicación a un
ejercicio van a ser distintos, tanto dentro de un grupo como entre los grupos. El
hecho de aprender a solucionar el ejercicio antes no implica que se haya
aprendido mejor.
En un aula ordinaria, donde prima
la competitividad y el individuo por encima del grupo, generalmente se toma
como referencia a aquellos alumnos que están en el término medio, es decir,
aquellos que no son ni los más adelantados ni los más rezagados. Si se centra
la atención en estos alumnos, los adelantados se van a aburrir y los rezagados
no van a saber lo que se da en la clase. Por eso mismo, solo gracias a un aula
inclusiva, donde prima el aprendizaje cooperativo (social) se logra que todos
los alumnos consigan los mismos conocimientos y además, algo muy valioso desde
mi punto de vista, educar en valores como la solidaridad, el compañerismo y la
ayuda entre iguales.
“El viaje de María”
En este vídeo, se expone la
historia de María que posee autismo y cómo sus padres han actuado y han
concebido la vida después de ello.
Como docentes tenemos que pensar
que a lo largo de nuestra vida laboral nos vamos a encontrar con incidentes
críticos, es decir, aquellas situaciones con las que no contábamos
inicialmente, pero que tenemos que tener en cuenta a la hora de trabajar en un
aula.
Hace unos años nos parecería
imposible que hubiera un ordenador en un aula, y actualmente se ha convertido
en una herramienta esencial y necesaria, no solo para los docentes sino para
los alumnos también, de modo que es beneficioso para ambos.
Lo mismo ocurre con los alumnos,
es cierto que no es equiparable un objeto material que una persona, pero este
ejemplo me vale para explicar que lo que inicialmente puede parecernos algo
disruptivo o novedoso no tiene porqué ser malo o ir en contra de lo que sería
deseable.
La educación especial es un claro
ejemplo de ello, las personas con grandes diferencias en el desarrollo
madurativo y evolutivo no podían aprender en una misma escuela, porque sus
características les hacían diferentes: alumnos con “necesidades educativas
especiales” y alumnos “normales”.
Si aplicamos esto a la vida real
y nos imaginamos una calle con aceras, ¿las personas normales van por una acera
y las que son denominadas con “necesidades educativas especiales” van por la
otra acera, sin mirarse sin relacionarse? ¿O son estereotipos que nos hemos
creado nosotros mismos?
La única explicación que se me
ocurre para limitar la entrada a María, o a cualquier persona, cruzar la puerta
de un aula ordinaria es que el docente o no sepa cómo atender a la diversidad
de sus alumnos o considere que María, o cualquier persona, por el hecho de
tener capacidades diferentes al resto no va a ser capaz de aprender como el
resto de sus compañeros.
Los niños no sienten rechazo a lo
ajeno, a lo extraño, a aquello que rompe con lo establecido, sino que somos los
propios adultos quienes creamos esos pensamientos y se los transmitimos a los
alumnos.

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